Desafiando patrones de modernidad en Chihuahua.


Esta casa fue construida en 2008, en la ciudad mexicana de Chihuahua, por el estudio de arquitectura PRODUCTORA. Su diseño compila de forma muy astuta diversas medidas pasivas que logran sortear una normativa urbanística de lo más restrictiva.

La urbanización del club de golf en la que se encuentra estipuló que el 80% de las cubiertas debían ser inclinadas, con la intención de evitar la construcción de edificios “modernos”. Pero a la modernidad no le faltan recursos; sólo basta reinterpretar las normas, haciendo que la totalidad de la casa se convierta en una superficie continua con distintas inclinaciones. A simple vista, desde la calle parece tener una única planta, aunque su volumen se despliega en tres niveles, deslizándose por una ladera con un 20% de pendiente. La casa queda parcialmente enterrada, transformándose en un estrato más del terreno.

El clima de la zona es casi desértico, con un calor extremo la mayor parte del año, diferencias de temperatura diurnas y nocturnas cerca de los 20º, y temperaturas muy frías en invierno. Enterrando parte de la casa, se consigue conservarla fresca en los momentos de máximo calor, y mantener el confort cuando bajen las temperaturas.

Constructivamente, los cerramientos enterrados son de doble tabique de bloque de cemento separados por una cámara de aire, con el fin de aislar térmicamente e impedir el paso de la humedad. El techo es un forjado reticular de hormigón, lo que permitió generar una superficie quebrada continua y sin variaciones de grosor.

En ese juego de pendientes, algunos paños de la cubierta se pliegan generando patios hacia el interior. Esta continuidad del suelo suaviza la transición entre el interior y el exterior. Las barandillas ya no tienen sentido aquí, la cubierta es otra superficie pisable más desde la que dominar las vistas.

Aunque no se trate del mismo caso, este uso plástico de la cubierta como respuesta a unas normas urbanísticas restrictivas me recuerda a la casa Ottolenghi de Carlo Scarpa, construida en 1975 en Bardolino. En este caso, las limitaciones se centraban en la altura y la superficie edificada, por lo que la casa fue igualmente enterrada, de forma tan literal que el edificio se vuelve prácticamente imperceptible desde la calle.

Casa Ottoloenghi by Carlo Scarpa. Bardolino, Verona. Photo by Martino Pietropoli

Al acceder a la parcela, la topografía quebrada de la cubierta se convierte en un mirador hacia el lago de Garda. El acceso a la vivienda requiere adentrarse en la tierra, un descenso por un corte estrecho y profundo en el terreno, un recorrido sinuoso hasta encontrar cobijo bajo el plano quebrado de la cubierta, como quien entra en una cueva.

Comparando las dos viviendas, los quiebros de sus cubiertas son similares, aunque la intención espacial es bien opuesta. Los pliegues de la casa en Chihuahua muestran una continuidad entre  pared y techo, y entre suelo y cubierta. Esa continuidad requiere un único color que le confiera unidad. En la casa Ottolenghi, techo y suelo son dos planos claramente distintos. Pintar un techo de negro puede parecer a priori una decisión poco ortodoxa, y para algunos incluso desafortunada, pero en este caso tiene mucho sentido. El acceso se produce adentrándose en el terreno, como quien entra en una cueva y descubre maravillosas vistas hacia el exterior. Los techos quebrados y negros enfatizan esa oscuridad de la cueva, y contrasta con la claridad exterior del paisaje. Cabe destacar la transición curva entre los pilares de piedra y el techo, diluyendo ese contacto, un detalle que le confiere a la cubierta una mayor ligereza, esa oscuridad del techo de la cueva que no te permite vislumbrar donde acaba.     

Parece que no todos sus ocupantes hayan compartido este sentir, brindándonos la oportunidad de comprobar cómo estos interiores pierden mucha fuerza con los techos pintados de blanco. Seguramente muchos prefieran no correr riesgos y elegir la opción estándar del techo blanco, pero la modernidad ha demostrado que muchas otras apuestas son posibles. Sin ir más lejos tenemos la cubierta del salón de la casa Sheats Goldstein, de Lautner, con una estructura reticular de hormigón, que potencia una oscuridad salpicada por multitud de perforaciones que simulan los rayos del sol atravesando las copas de los árboles. Esta es otra sensación de cobijo desde la que poder dominar el paisaje, pero no desde el interior de una cueva, sino al estilo de Lautner y su “espacio infinito”, al abrigo de una densa vegetación.

Galería de fotos de la casa en Chihuahua

4 comentarios en “Desafiando patrones de modernidad en Chihuahua.”

  1. Qué interesante artículo. Para mi la casa presenta un diseño inusual e inortodoxo pero llamativo. Me gustó sobre todo la casa Ottolenghi, parece una cueva moderna, me agrada la sensación de intimidad y autenticidad que emana de esta casa.

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  2. Tienes toda la razón, las tres viviendas son en realidad muy diferentes, la protagonista principal del artículo es la casa en Chihuahua, pero me gusta siempre comparar obras de distintas épocas y estilos frente a una misma problemática, ver sus estrategias y en este caso, cómo afecta incluso en la elección del color del techo. Además, la buena arquitectura es la que transforma las limitaciones en sus mejores aliados.
    ¡Muchas gracias por tu comentario!

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  3. Hola muy buenas, me ha gustado bastante tu artículo, si bien la comparación entre las 3 casas puede ser discutible frente a la gran diferencia que existe entre ellas haz sabido expresar muy bien lo que las separa, es muy buen ejemplo de como la arquitectura moderna puede hacer muy buenas cosas siguiendo las limitaciones expuestas en la zona.

    !Un saludo!

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