Nos trasladamos a Japón, a un Eco-Village de la Prefectura de Shiga de la isla de Honshu. Gran parte de la población de Shiga se desarrolla rodeando al lago Biwa, el más extenso del país, de 670 km2. Su vasta geografía propicia un clima de contrastes, frío y nevoso en el norte y cálido en las poblaciones del sur.
Este Eco-Village se encuentra en Omihachiman, una población al sur del lago, de clima cálido, con una temperatura media anual de 14,6ºC y precipitaciones durante todo el año.


En este moderno poblado ecológico de viviendas unifamiliares, el estudio japonés ALTS Design Office finalizó en 2012 la vivienda Kofunaki, de 132 m2. Su volumen, perfilado por una naïf silueta de vivienda, esconde un fluido espacio en dos plantas en el que materiales y luz escenifican una arraigada tradición japonesa de comunión entre hombre y naturaleza.




Su volumen es blanco, neutro, tanto que las carpinterías blancas y los vidrios alineados al plano de fachada perfilan los huecos como simples recortes sin volumen. Esta neutralidad de color y volumen resalta la presencia del zagúan revestido en madera. Éste nos conducirá al espacio central de la vivienda que evoca al doma de las casas Minka, construcción vernácula de Japón desde el año 1600. El doma es un lugar de trabajo y reunión, de techos altos y piso de tierra, que antecede al resto de espacios vivideros, más elevados y solados en madera. En esta vivienda de Kofunaki se materializa con un suelo de hormigón situado un escalón por debajo del resto de estancias. Su mobiliario se reduce a dos sillas y una mesa de madera flanqueadas por dos de las esquinas ajardinadas en suelo de grava blanca.
El papel de la luz natural es esencial en la cultura japonesa, haciendo partícipes a los habitantes de la casa de los cambios estacionales. Ventanas y lucernarios iluminan un espacio interior de pasarelas, plataformas ajardinadas y dobles alturas. Los tradicionales paneles de papel de arroz (shoji) encuentran aquí su equivalente en vaporosas cortinas de techo a suelo que tamizan la luz natural.



En cuanto a los materiales, la construcción es de madera, con acabados de madera natural o pintados de blanco. Esta sencilla elección bicromática refuerza una sensación de uniformidad y de armonía con la naturaleza, más aún cuando el uso de la madera vista se focaliza en los paños horizontales de suelos y techos. Las escasas particiones verticales, blancas, se combinan con largas cortinas del mismo color. Esta amplitud espacial, típica de las tradicionales casas japonesas, ofrece múltiples posibilidades de reorganización del espacio en función de las necesidades familiares y de las estaciones.
La horizontal del forjado se puntea con las huellas de madera de la escalera, un recorrido en continuidad con la planta baja gracias al rellano y a seis peldaños de madera embebidos en el suelo del doma. Esta estrategia de solado continuo cobra más fuerza al suspender de las paredes el escaso mobiliario, de proporciones igualmente horizontales, y por supuesto, del mismo material.
En el plano de planta, dos puntos de discontinuidad del perímetro introducen la naturaleza en el hogar; dos entrantes estratégicamente dispuestos que fragmentan la planta baja en tres espacios sin necesidad de tabiquería: la sala de estar (7), la cocina (8) y el dormitorio de los padres (6). Este proceso se aprecia igualmente en la planta primera, en la que dos “jardines suspendidos” son el reflejo interior de la vegetación en planta baja.