La arquitectura es la memoria física de nuestra historia. Ha definido los escenarios de varias civilizaciones, pero su huella también es social. El último siglo; testigo de modernidad y constantes cambios, se convirtió en el marco ideal de transformación de la arquitectura en una actitud más que en la representación de un estilo propio y definido.

El ornamento ha definido durante siglos el estilo arquitectónico, un ADN claro para todos como un capitel, un arco o un friso que nos ubican el tiempo y favorece un arraigo cultural difícil de romper.

Con la era moderna llegó una liberación formal que ha favorecido una rica diversidad de ideas e interpretaciones del espacio, renunciando a cualquier distracción ornamental. El nuevo protagonista es el espacio. Esta circunstancia ha generado por otro lado cierto desconcierto entre la población al no sentirse identificada con este “vacío estilístico”.

En contra de lo que pueda aparentar, este paso no supone una ruptura con los valores clásicos de arquitectura. Las huellas de la arquitectura moderna trazan un hilo conductor de influencias entre arquitectos y corrientes artísticas, y muchas revelarán una estrecha relación con tradiciones pasadas.

Esta perspectiva de enfoque global y evolutivo quizás permita un mejor entendimiento del valor humanista de la arquitectura moderna… un arte en busca de sensaciones a través del confort espacial… un arte para ser vivido, por y para el hombre.

Recomendaciones.

El análisis se realiza siguiendo un orden cronológico haciendo hincapié en el proceso creativo de cada arquitecto más que de un análisis obra a obra. Se recomienda por lo tanto la lectura de cada sección siguiendo el orden de los índices situados en los menús de la derecha.