Resulta curioso recordar lo que puede llegar a provocar la competitividad en tiempos dorados. El pique que despertó la construcción del Gold Dome en 1958 con su emblemático diseño de “banco del futuro” tendría su respuesta 5 años más tarde con el encargo de otro banquero a Robert Roloff: “construye mi banco tan moderno que tu diseño del Gold Dome parezca construido en 1919”, a lo que además añadiría, “más que un banco, quiero que parezca un salón de cóctel”.
A juzgar por el cartel recalcando con mayúsculas que “esto es un BANCO”, el efecto futurista tuvo tal éxito que incluso hoy en día lo asociaríamos antes con una sala de fiestas que con una sucursal bancaria.
El dibujo del baile de platillos blancos sobre fondo negro refleja la ligereza del cobijo bajo un bosque de sombrillas gigantes, una idea que se materializó con discos circulares de entre 8 a 12m de diámetro, de hormigón armado precolado con nervaduras de acero y apoyados a distintas alturas sobre columnas centrales de acero.
La cruda realidad pasaría pronto factura a tanto futurismo, ya que su cerramiento de vidrio y plexiglás encarecía su climatización tanto en invierno como en verano, además de resultar poco disuasorio ante posibles vandalismos.
La inversión realizada por la entidad bancaria ARVEST para mantener la estructura principal fue cuantiosa. De hecho, de tenerse en cuenta exclusivamente el factor económico, el edificio habría sido demolido, aunque debemos admitir que la solución final mata por completo la idea original.
El cerramiento opaco con pequeños ventanucos cambió por completo el carácter del espacio interior y de su iluminación. Al perderse una relación visual tan directa con el exterior, el espacio parece más bajo por lo que los apoyos de los discos de hormigón tuvieron que ser elevados.
Entiendo el descalabro del mundo de las ideas ante el yugo de la realidad y del paso del tiempo, más aun tratándose de una propuesta tan sutil; lo que no entiendo tanto es que de tomarse medidas “realistas”, algunas de ellas deban ser tan burdas. Con esto me refiero especialmente al toldo de acceso. Resulta pueril que un edificio como este, que en sí mismo es una marquesina, un paraguas, un cobijo o como queramos llamarlo… necesite de un corriente toldo de tela para marcar su entrada! Y la razón es tan cruda como la realidad misma, que al igual que en 1958 la mente humana necesitaba de un cartel aclaratorio de que se encontraba ante un BANCO y no un salón de fiestas, aún hoy en día necesitamos de un toldo de motel barato para que nuestra mente permita localizar el acceso al edificio.
La solución del “acceso” es uno de los más importantes en arquitectura. Ante un bosque de setas gigantes, las soluciones tradicionales deben dar paso al ingenio. ¿Cómo plantearías el cerramiento y puerta de acceso a un bosque? Es casi como intentar poner puertas al campo. Esta dificultad queda latente al ver una de las puertas traseras del edificio… o la seta que tuvieron que demoler para dar paso a la cubierta de control de acceso al aparcamiento…
En su interior, la plataforma elevadora en forma de banco circular se ha convertido en un objeto de museo. Se usaba para trasladar cómodamente a los clientes a las cajas fuertes de la planta sótano, y aunque siga funcionando, seguramente habrá sido sustituido por otro más estándar y con menos glamour.
Que le vamos a hacer, la realidad es así… gracias a que Robert Roloff no pueda levantar la cabeza, sino tendría la misma sensación de haber tirado perlas a los cerdos.