Como todos ya sabemos, la superpoblación que sufre Japón arrastra al alza el valor del escaso suelo. La consecuencia energética, más que proporcional es exponencial, ya que la dependencia de las nucleares en un país con tan elevado riesgo sísmico resulta un dilema para la sociedad nipona e incluso el mundo entero, como pudimos comprobar con el desastre de Fukushima.
La población japonesa, mayoritariamente urbana – con un distanciamiento de una o dos generaciones con el mundo rural – lleva más de una década mentalizándose para un cambio a un modelo social sostenible y en armonía con la naturaleza. En el año 2000 se fundó NEN (Nippon Ecovillage Network Project), una sociedad no gubernamental precursora de una nueva filosofía de comunidad ligada a la tierra.
An Earth-inspired community is a supportive and inspiring community that strives to cultivate a whole and sustainable way of life, reflecting our sense of value and respect for the whole Earth, including nature and each other.
…restore the elements that human beings have lost over time, suggesting how to live for the future, and implementing a new life style through the development of Ecovillages.
Kobunaki Mura ha sido el primer “ecovillage” en materializar este nuevo modelo de comunidad tras la incorporación en marzo de 2003 de la organización G-Project Co (Chikyu-no Me en japonés), y con el apoyo logístico del gobierno de la prefectura de Shiga y la ciudad de Omihachiman.
A community where people enjoy their lives and grow as human beings. A community where nature is respected and restored. A community where businesses are actively conducted and people stimulate each other. And a community that inspires companies seeking a sustainable future and countries in the world seeking new value and lifestyles.
El proyecto, pensado para una población de 1000 habitantes, desarrolla un programa de 200 a 300 viviendas ecológicas, un centro comunitario, amplias zonas verdes y un instituto de investigación. Además de plantear una reducción de hasta el 80% de emisiones de CO2 – con medidas como una construcción sostenible, energías renovables, sistemas de ahorro de agua y reciclado de residuos – se pretende hacer extensivo el cambio a un modelo económico basado en el consumo de productos locales y fomentar una relación directa del individuo con la tierra facilitándole el cultivo de sus propios alimentos.
Hasta ahora, la teoría resulta impecable, pero… y la realidad? Una primera comparación del plano urbanístico teórico con las fotos de Kobunaki Mura nos revela que quizás encontremos antes a Wally que cualquier trazo de vegetación…




Podríamos achacar la falta de árboles a una fase inacabada del proyecto, pero no debemos olvidar que el primer plazo previsto de ocupación se fijó para 2006, una fecha ya lejana. La pregunta es obvia, podemos hablar de relación con el campo cuando el espacio reservado al cultivo propio se reduce a 30m² por vivienda? Podemos hablar de estrategias arquitectónicas de relación del espacio con la naturaleza, como pudimos ver con la casa Kofunaki, cuando la densidad urbanística te “planta” la siguiente casa a escasos metros?
Sin dudar en absoluto del valor de estas iniciativas, y aún sin ápice de interés especulativo, resulta difícil aunar en un mismo proyecto todas las necesidades requeridas por la actividad humana sin alejarse de la naturaleza. La descentralización total de la población planteada por Wright con su Broadacre City acarreaba muchos problemas, pero desde el punto de vista arquitectónico sí permitía un diálogo fructífero con la naturaleza. Tras más de 100 años de planteamientos teóricos, la conciliación de la naturaleza con una vida urbana del hombre no parece resuelta, al menos en este proyecto.