

El boom turístico originado en los 60 fue el desencadenante de la progresiva colonización de nuestras costas con urbanizaciones bajo un único criterio: cuanto más cerca de la playa, mejor. Resulta curioso que siempre anhelemos los espacios naturales como refugio de placer y descanso, pero sin mostrar interés alguno por su integridad.
Afortunadamente, en esta última década hemos sabido reconocer en los paseos marítimos su potencial como medio de restauración de playas, además de revitalizar la zona al convertirse en puntos de atracción turística con carácter propio.
El Paseo Marítimo de Benidorm fue ideado en el año 2002 por Carlos Ferrater y Xavier Martí Galí (OAB Office), y construido del 2006 al 2009.
Con un trenzado de formas sinuosas que simulan el rastro de la marea en la arena, se extiende por 1.500m como nexo de unión y transición entre urbe y playa. Con la finalidad de eliminar barreras arquitectónicas, encauza dos flujos de circulación: uno transversal con cómodos accesos desde la ciudad y la zona de aparcamiento, y el flujo longitudinal a la playa ofreciendo a sus paseantes hermosas vistas desde las crestas de sus olas de hormigón blanco.












Estos pliegues en voladizo están claramente orientados a generar espacios para el viandante, como un segundo paseo de madera al que da sombra a cota de playa, logrando de ese modo ganarle terreno al asfalto.
Para los que aprecian que la forma siga a la función, os alegrará saber que esta membrana de hormigón cumple también una función medioambiental, ya que su geometría orgánica permite la absorción y disipación de las energías provocadas por las corrientes de aire procedentes del mar.










Llegada la noche, estas olas blancas reflejan la luz de los focos empotrados en el suelo de madera, lo que mejora la iluminación reduciendo la intensidad de las luminarias, y en consecuencia su consumo energético. Esta iluminación reduce a su vez la contaminación lumínica sobre la playa y transforma los pliegues de hormigón en una nueva fachada que revitaliza la actividad en horario nocturno.
Como guinda del pastel, la sostenibilidad ambiental de este paseo queda reforzada con la perfecta integración de la vegetación autóctona en este trenzado de ondas. No en vano este proyecto ha sido adjudicatario de diversos premios como el del Museo de Arte Moderno de Nueva York, o el premio de Arquitectura Española concedido en 2011 por el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España.
He podido leer que este paseo tiene cierta reminiscencia modernista, un término que me parece confuso ya que sospecho proviene de una mala traducción del inglés “modernism”, utilizado en la bibliografía anglosajona indistintamente como “modernismo” o “arte moderno”. El modernismo propiamente dicho, en el que se incluyen el Art Nouveau o Gaudí, utiliza ciertamente formas orgánicas aludiendo a la naturaleza, pero si tengo que establecer conexiones prefiero hacerlo desde el punto de vista de su “actitud” como elemento paisajístico que ofrece un espacio de transición, a generar un análisis formal en cuanto al “estilo”, por el simple hecho de utilizar las olas como inspiración. Las olas siempre serán curvas, por ello deben ser modernistas? Dicho lo cual, desde un punto de vista paisajístico, recordaría más bien a Roberto Burle Marx, el paisajista brasileño más influyente, que curiosamente es casi siempre referenciado al Modernismo Brasileño… o digamos mejor Arte Moderno Brasileño.
Como muestra, os dejo la intervención en el paseo de la playa de Copacabana que Burle Marx desarrollaría en 1970.




