Os rescato un excelente artículo de Hugh Pearman que repasa la controvertida vida y obra de Wright.
Fue publicado en julio de 2005 en un Magazine de ElMundo, por lo que alguna información como el estado ruinoso de la casa Ennis es ya agua pasada. Coincido con su exposición, pero quiero resaltar ciertos matices.
Analizar sus fracasos con un punto de vista actual es un tanto injusto. Tanto su vida como su obra han hecho correr ríos de tinta, pero como con muchos otros, las historias que los demonizan o divinizan resultan exageradas y distorsionan la realidad. Cada obra debe contextualizarse a su época.
Recordemos que el final de su primera etapa llamada “Prairie Houses” se fecha aproximadamente en el año 2011, con la construcción de su primera escuela Taliesin en Wisconsin. En abril de 1912 se hundía el Titanic, un emblema de la proeza técnica y del poder del hombre sobre la máquina. Si mal no recuerdo, ese suceso sirvió de inicio argumental para una serie que todos conoceréis, Downton Abbey. Con esa imagen de sociedad en la retina, la obra de Wright resulta casi de otro siglo, lo que debió desatar la crítica de gran parte de la sociedad americana, y sobre todo del resto de arquitectos.
Situar en ese escenario una mente inquieta y visionaria como la de Wright te lleva irremediablemente a la búsqueda de soluciones intrépidas o incluso erróneas. Como bien resalta H. Pearman, la obra de Wright fue un continuo experimento, no solo arquitectónico, sino también de filosofía de vida. Tanta crítica, cotilleos y seguramente leyendas urbanas no podían más que derivar una personalidad genial al egocentrismo.
Experimentar implica meterse en terreno desconocido, y por supuesto fallar, aunque seas el mismísimo Wright! Con esa calidad de materiales y una técnica aún en pañales, lo extraño es que sus edificios se mantengan en pie. Para ello me remito al mismo Titanic, en el que se usó supuestamente el mejor acero del momento. No es que fuera realmente mal acero, pero la falta de controles en la ejecución producía una calidad irregular, a veces con tantas impurezas en algunos remaches que éstos se volvían quebradizos.
Si recordamos el Hotel Imperial, fue de los pocos edificios en salir indemne del terremoto que destruyó Tokyo en 1923, justamente debido al interés de Wright por solventar el problema del sismo con una solución constructiva de lo más ingeniosa para la época. También contamos con el ejemplo de los pilares fungiformes de la Johnson Wax, que aguantaron más de lo establecido por la norma. Acusar a Wright de no preocuparse porque el hormigón aguantara me parece por lo tanto desproporcionado.
La técnica sí le preocupaba, pero trabajaba con la de principios a mediados del siglo XX. Y si algo más que la técnica le preocupaba, era que ésta estuviera al servicio del hombre y no al revés. Sus soluciones más ingeniosas no tienen por lo tanto la finalidad de glorificar la técnica, sino la vida del ser humano, y por eso este señor sigue siendo uno de los mejores arquitectos de la historia.