El hormigón armado es sin duda uno de los mayores aliados en la construcción moderna. Los avances técnicos han sido cuantiosos, poco tiene que ver el hormigón actual con el de mediados del siglo pasado, pero su uso se encuentra tan extendido que preocupa a muchos expertos no solo por su impacto ambiental, sino porque no deja de ser un material joven. Las teorías sobre su envejecimiento a largo plazo son solo eso, teorías, y distan de ser halagüeñas.
Cierto es que el origen del hormigón se debe a los romanos, cuyas construcciones siguen en pie pasados los siglos, pero no caigamos en la tentación de comparar peras con manzanas. En esencia, es similar al hormigón moderno, pero difieren en su composición. Aun así, revelar los secretos de una receta olvidada con la caída del imperio romano podría aportar ideas sobre cómo mejorar el hormigón moderno. Marie Jackson, una geóloga de la Universidad de Utah, parece haber dado con la clave.
Además de las cenizas volcánicas, el papel del agua de mar ha sido decisivo. Sea por conocimiento o casualidad, las reacciones químicas entre los elementos que componen el hormigón romano lo han fortalecido con los siglos, convirtiéndolo en una especie de roca casi indestructible con la salinidad marina; bien al contrario que el moderno, que tenderá a descomponerse, según los expertos, en un plazo aproximado de 50 años.
El éxito de la receta romana incluye un bajo consumo energético, envidiable en los tiempos que corren, pero también depende de un proceso químico muy lento, además del uso de cenizas volcánicas de carácter local, no extensible a otras zonas del mundo. Además, las prestaciones son distintas, no pensemos ni mucho menos que el hormigón romano supera al hormigón moderno de calidad, pero estos descubrimientos podrían definir el hormigón del futuro.
Si este tema despierta vuestro interés, encontraréis muchos artículos en internet, entre los que selecciono el siguiente, publicado en 2017 en El Confidencial.
